Contigo Pienso - Viernes Santo


EN TI, SOY SALVADO

ESCUCHAMOS

(PARA ADULTOS) Comenzamos este ratito escuchando la canción En la Cruz, de Hermana Martha Isabel.

En la cruz tú te entregaste por mí,
en la cruz abriste tu corazón, oh, Jesús.
Y ahora vivo gracias a Ti.
En la cruz quisiera permanecer junto a Ti,
entrar en tu corazón y ser fiel.
En los momentos de oscuridad.
Quiero estar contigo, aunque todo sea gris.
Quiero estar contigo firme y no desistir,
tomar la cruz y caminar contigo Señor.
En la cruz es tan difícil poder comprender,
pero tu amor me sostiene en pie.
Y, aunque te falle, Tú siempre eres fiel.
Igual que tú, hoy me dispongo a abrazar mi propia cruz,
esa que bien tu conoces, Señor,
que me une a tu pasión.
Cuenta conmigo que aquí estoy Señor.
Cuenta conmigo con lo poco que soy,
y, si mis manos te sirven, Señor, tuyas son. Tuya soy.

(PARA JÓVENES) Comenzamos este ratito escuchando la canción Si no muero por ti, de Almudena:

Si no muero por ti,
no creceré en tus campos.
No habrá frutos que arrancar,
ni semillas que sembrar en esta tierra.
Si no muero por ti
no habrá hombres que aprendan
a amar sin esperar,
a luchar sin descansar,
adentrándose en tus sendas.
Si no voy hacia ti
si no salgo de mí,
daré vueltas y vueltas,
daré vueltas y vueltas
quedándome en mí.

Hoy es un día para personalizar la experiencia de la cruz. Es un momento para identificarnos con Jesús. La vida de Jesús no termina bien. Fue un final lógico con el planteamiento de vida que llevaba. Es un desenlace acorde a su forma de pensar, hablar y actuar. La experiencia del misterio pascual marca nuestra vida. Es el centro de nuestra fe. Es una manera de confirmar nuestra elección en el seguimiento de Jesús, lo que totalmente deseo. Es presentarnos hoy “pobres personas” con el deseo de conocer interiormente a Jesús para más amarle y seguirle. 

Nos vamos a centrar en 3 aspectos:
  1. AMOR. Lo que vamos a reflexionar o contemplar no es el sufrimiento sino el AMOR. El sufrimiento no salva, lo que salva es el amor. 
  2. JESÚS MODELO. Se aprende algo de Dios, se purifica la imagen de Dios. 
  3. POR MÍ. Toda la pasión es un regalo, «Por mí». Hay una desconsideración entre el amor que nos tiene Dios y nuestra respuesta. Por eso con actitud humilde le pedimos perdón. 

PARA COMENZAR, UN CUENTO

Había un montañero enfrentado con un paso peligroso de montaña. No sabía lo que hacer. Miró y vio un guía. Le preguntó. El guía le dijo que, en los pasos difíciles, es un regalo que alguien te invite a sentarte cómodamente y observar con calma cómo pasa él ese trance. 
«Siéntate y observa dónde pongo sin peligro los pies y dónde evito con cuidado ponerlos, para no despeñarme irremisiblemente. Además, fíjate en el guía porque es muy importante mirar una vez y otra, de forma reiterada, el tránsito por la dificultad. La seguridad que recibes no tiene parangón. ¡Has podido aprender de antemano cómo se puede pasar, sereno y sin peligro, por donde luego forzosamente, tú también habrás de cruzar!»
Sin miedo, seguro, pero con cuidado el montañero se atrevió a comenzar su andadura por la montaña porque aprendió de otro, se dejó guiar. 
Nosotros los creyentes nos debemos situar como el montañero novel. Necesitamos contemplar los pasos de Jesús para aprender de Él y la pasión de Jesús es, en realidad, más allá de los detalles particulares de su muerte, el prototipo de la experiencia humana universal, en la que todos sin excepción somos víctimas del mal. Y, además, nosotros somos, a menudo, también causantes de nuevos males. Como la injusticia, el dolor, el fracaso y la muerte son consustanciales a la vida, era necesario que Él pasara también por ellas, para revelarnos que el amor del Padre permanece en todas las situaciones humanas sin excepción.
Hoy se nos invita a contemplar la pasión desde el amor y la fidelidad de Jesús en el día de su muerte y, a través de ello, intenta llegar al mensaje revelador del Padre en aquellas circunstancias. El mensaje profundo del Viernes Santo, en efecto, deriva de contemplar con veneración el amor de Jesús mantenido en medio de su sufrimiento. Por eso os invitamos a que leáis la Pasión del Evangelio de Marcos del capítulo 14 y 15. 

PAUTAS PARA LA LECTURA

  • Lee atentamente el texto y transcribe o aprende de memoria aquello que te llama la atención. 
  • Dejar momentos de silencio para que la Palabra penetre, cale profundamente en ti.
  • Leer y releer; leer con lápiz en mano, subrayando palabras que impresionan: personajes, acciones, temas, sentimientos. 

ESCUCHAMOS

Después de leer, escucha la canción de Cristobal Fones, Tu modo.

CONTEMPLAMOS

Tanto la cabeza como el corazón deben enterarse de que la realidad honda de la pasión no es el sufrimiento, sino el amor. Nunca puede calificarse de bueno un sufrimiento ni puede reconocérsele capacidad alguna, en sí mismo, para salvarnos. Ni siquiera el, sufrimiento de Jesús. Lo redentor siempre es el amor que, probado en el sufrimiento, demuestra ser más poderoso que este. Un sufrimiento que, no superado por el amor, genera amargura y desesperanza, ¿para qué serviría?
En la pasión de Jesús, el amor superó claramente el dolor y el sufrimiento. ¿Cómo no admirarse de que él tuviera un amor más fuerte que la maldad que padeció? ¿Qué amor tan grande llevaba dentro, cuando ni siquiera se lo pudieron arrebatar aquella última hora terrible de su vida?
Fijándose en Él, encontramos un modelo a seguir para no romperse ni perder el horizonte en los desconcertantes «viernes santos» que sufrimos. No nos libramos en esta vida de sufrir un buen número de experiencias inevitables de dolor: traiciones, abandonos, desagradecimientos, mentiras e injusticias…. Él nos muestra cómo actuar positivamente en ellas y no dejarse destrozar por la amargura que desatan. La referencia para el cristiano es siempre Jesús en su pasión.

La contemplación que os proponemos consiste en mirar, y volver a mirar, por encima de todo, a Jesús, único modelo de referencia para las situaciones difíciles de la vida del cristiano. Ese deseo de que nuestro seguimiento es contigo y como tú. Es querer sintonizar con: «su dolor, pena y angustia» en su último día, plagado de sufrimiento. Empatizar con los sentimientos que Jesús vivió por dentro: cuánta fe y donde se fundamenta su fuerza y su fidelidad, cómo sintió la presencia del Padre, cómo supo orar y confiar en la oscuridad.
Para empatizar con los sentimientos con Jesús queremos darle una respuesta a través de esta canción que ya escuchábamos anoche


Jesús no se derrumbó el día de su muerte, ni su amor al Padre y a los hombres se agostó como reacción ante tanta maldad de unos y tan ruin desagradecimiento de otros. El conocimiento interno de lo que Él es y vivió aquel viernes santo, se revela, por eso, como un don extraordinario para el cristiano. 
El deseo de recorrer, pegado a Él, el mismo camino que él recorrió es también una forma excepcional de dignificar, como Jesús, todo lo humano, incluso lo más terrible, para que este mundo material lo invada todo y llegue a su plenitud. En definitiva, para que el mal quede vencido hasta su último reducto, a fuerza de bien.
A lo largo de los hechos contemplados, nos podemos fijar en la reacción nada crispada de Jesús ante la traición de un amigo, o ante el abandono masivo y cobarde del resto, o ante el olvido de las multitudes a las que favoreció. Se puede también contemplar cómo reacciona ante la falsedad de los testimonios voluntariamente tergiversados o ante las sentencias cobardes e injustas. Podemos mirar también a Jesús perdonando a los que se han portado mal con Él, el lugar de amenazar o maldecirle; olvidándose de sí mismo para mirar con benevolencia a los que también están sufriendo alrededor suyo, soportando en silencio las frivolidades y mentiras de los que le condenan.
¡Cuántas cosas pasaron! ¡Cuánto amor demostró llevar dentro durante todo aquel largo día! ¡Qué inesperada respuesta recibió la maldad humana!
Para ello, es provechoso recorrer las escenas ya conocidas de la Pasión de Jesús, contrastando el mal que recibe y el amor que devuelve.
Hay una relación desigual entre nuestras de consideraciones y la bondad de Dios, la misma desconcertante distancia entre el comportamiento injusto, o el desagradecimiento de los que tiene cerca y la reacción fiel y bondadosa de Jesús. Todo esto también lo podemos percibir cuando los tribunales judíos le condenaron, uno con falsedades y el otro por debilidades. El silencio mantenido de Jesús y la ausencia total de queja y amenaza por su parte, llamaron la atención de los mismos jueces. Cargado con la cruz, camino del Calvario, Jesús tampoco condenó a nadie de los que se le cruzaron o lloraron. Ni se le escucharon amenazas, ni blasfemias, cuando estuvo ya colgado en la Cruz. Sus palabras fueron de perdón ante tanta burla «¡Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!» Acogió y bendijo al que, ya colgado, confío en Él, pero no maldijo ni condenó al que, desde la otra Cruz, siguió insultándole[1].
Terminamos este momento escuchando la canción Camino de Cruz, de Cristobal Fones:

PREGÚNTATE

  • ¿De qué le sirve al creyente ser esperanzado o bueno cuando todo en la vida le sale bien, y deja drásticamente de serlo cuando todo le sale mal?
  • ¿Cómo justificar que, al sufrir una injusticia, se echen por la borda, definitivamente, las anteriores actitudes de habilidad y paciencia?
  • ¿Qué anunciamos, en realidad cuando devolvemos mal por mal?
  • Al ver a Jesús que va a la pasión por mí, el contigo y como tú desemboca en una pregunta nueva: ¿Qué puedo yo, además de hacer, padecer por ti?
  • ¿Qué es lo que hemos de aprender sobre la vida y sobre Dios, al ver actuar a Jesús de este modo, en los momentos decisivos y finales de su existencia? 
  • ¿Cómo hay que proceder sin romperse, en las negatividades amargas, de las que ningún ser humano se escapa?
  • ¿Cómo enfrentarse sin pavor a la soledad la injusticia y la muerte? 
  • ¿Dónde apoyar los pies con firmeza cuando todo se tambalea y ya no hay posibilidad de hallar seguridad donde habitualmente la encontrábamos?



[1] Cfr. Guillen Antonio. Agradecer tanto bien recibido. Ejercicios de San Ignacio. Frontera Hegian nº 52. 2006

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